
Arman cadena humana en pro de la independencia de Cataluña
, 11 de septiembre de 2013
Artur Mas, presidente del gobierno de Cataluña, ha sido muy claro: “La consulta
–para decidir la posible independencia de España– se hará sí o sí. No hay ni un solo milímetro de marcha atrás”. Una parte de los catalanes (de 47 a 55%, según los estudios), asume, como plantea Mas, que no hay freno posible al proceso de independencia de Cataluña de España.
El principal problema de Mas y de los catalanes que desean esta consulta es que, según la Constitución Española, sería ilegal. No parece un inconveniente para Mas, que asegura que la consulta “será en 2014” y que “encontremos un marco legal” para celebrarla.
A pesar de las declaraciones políticas y según ha filtrado el diario nacionalista catalán Ara, el presidente español Mariano Rajoy y el presidente catalán, Artur Mas, se reunieron en secreto el pasado día 29 de agosto en Madrid para explorar el margen de diálogo posible sobre la convocatoria del referendo de independencia de Cataluña. Pero no parece, de momento, que haya muchos avances.
Nadie sabe hoy si los catalanes votarán sobre su independencia, pero lo que sí es seguro es que al menos 350 mil personas participarán hoy en la “Via Catalana”, una cadena humana independentista.
La “Via Catalana”
Esta acción popular se celebrará en este 11 de septiembre (fiesta de Cataluña) a las 17:14 horas, tiempo local, y pretende construir una cadena humana que unirá los 400 kilómetros que separan la localidad de El Pertús –frontera norte de Cataluña con Francia– con Alcanar –frontera sur.
Para Carme Forcadell, presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), entidad que la organiza, el objetivo es “conseguir que Cataluña sea un nuevo estado de Europa y que se convoque a una consulta popular vinculada a la independencia”.
La “Via Catalana” copia –salvando las muchas diferencias que hay entre la Unión Soviética y la España actual– la experiencia de los países bálticos que en 1989 unieron las capitales de Letonia, Lituania y Estonia para reclamar su independencia de la URSS, que llegó pocos meses más tarde.
La cadena humana catalana pretende ser una muestra del poder de movilización de los independentistas en su camino para, como comenta Carme Forcadell, “demostrar al mundo nuestra firmeza, nuestra voluntad de no dar un paso atrás y de reafirmar que este proceso es imparable.” La ambiciosa iniciativa quiere atraer la mirada global y lanzar al mundo un grito multitudinario y reivindicativo: “Inde… inde… independencia.”
“España nos roba”
Parece difícil negar que el auge del independentismo catalán tiene mucho que ver con la grave crisis económica. La tradicionalmente pujante y activa sociedad catalana se encuentra en el precipicio: sus finanzas públicas están, literalmente, en bancarrota y una elevadísima tasa de desempleo (25%); el gobierno catalán no ha podido aprobar unos nuevos presupuestos; y el Defensor del Pueblo –una especie deombudsman catalán– ha reconocido que existen casos de malnutrición infantil y pobreza extrema en
Cataluña.
Frente a estos graves problemas, la coalición gobernante (CIU –nacionalistas de derecha– con el apoyo de ERC –independentistas–) parece haber decidido inspirarse en Sartre y en su frase “el infierno son los otros”.
Así, de manera directa o indirecta, se utiliza el debate independentista para echar la culpa de casi todo al gobierno español con idea de distraer de los asuntos difíciles de gestionar “dentro de casa”: recortes de todos los servicios públicos (educación, salud, servicios sociales, becas, justicia), casos de corrupción política en CiU y una brutal caída del nivel de vida de la población catalana.
En un decorado como este y en una sociedad como la catalana, tradicionalmente incómoda con su encaje en España y, sobre todo, descontenta con el trato económico y fiscal que recibe de España (paga más impuestos de los que recibe) no ha sido complicado promocionar una consigna como “España
nos roba”.
Federalismo y silencio
Manuel Cruz, catedrático de filosofía de la Universidad de Barcelona, rechaza la independencia de Cataluña porque el debate “introduce una enorme tensión” en una sociedad “plural y heterogénea” que hoy “corre el riesgo de fracturarse”. Prefiere una nueva España “orientada a un modelo federal”.
Cruz denuncia que en Cataluña existe un “enorme déficit democrático respecto a la forma en la que se plantea este tema, ya que no es posible un debate público donde se planteen diversas opciones, aparte del independentismo.”
Según el catedrático, en Cataluña hay una “espiral del silencio” donde “la gente tiende a manifestar en público lo que cree que es la opinión dominante”. Así, según Cruz, se ha construido “una hegemonía casi absoluta del discurso soberanista”.
Nación discriminada
Para entender esa supuesta hegemonía también podríamos remontarnos al 28 de octubre de 1990, cuando la prensa publicaba un polémico memorando del gobierno catalán que sostenía que Cataluña era una “nación europea emergente y discriminada que no puede desarrollar libremente su potencial cultural y económico”. Desde esta perspectiva, el documento, creado por el entonces presidente de Cataluña, Jordi Pujol y sus asesores, resaltaba imprescindible la “sensibilización ciudadana” para conseguir “la soberanía.”
Aquel documento hablaba de la configuración de un sociedad catalana de corte conservador, en la que fueran vigentes “los valores cristianos” y en la que se fomenten las “fiestas populares, tradiciones, costumbres y trasfondo mítico” con una clara voluntad de dirigismo en los medios de comunicación para garantizar “conciencia nacional catalana”. Puede que 23 años después y gracias también a la inmovilidad del gobierno español, aquel polémico memorando nacionalista esté dando sus frutos.
Forofismo político
Para el politólogo catalán Roger Senserrich el problema no se puede entender sólo desde Cataluña ya que “la élite española (gobernantes y medios) nunca han creído que el nacionalismo catalán sea un problema.” En los últimos años, según este politólogo, desde el resto de España se piensa que las reclamaciones independentistas “son una pataleta sentimental basada en un excesivo aprecio al terruño o una reivindicación caciquil de pedir más dinero.”
Para Senserrich, la respuesta a las protestas catalanas siempre ha sido “el forofismo sarcástico como si fuera una extensión de la rivalidad Barça-Madrid.”
Antonio Baños es un escritor independentista convencido. Su visión va más allá del forofismo político. En sus escritos no habla de banderas ni de patrias, sino de “revueltas”. En su opinión, el proceso que vive Cataluña “es una rebelión antioligárquica que va tanto contra los señores de Madrid como contra los de La Caixa (el principal banco catalán y accionista principal de la multinacional española Repsol)”.
Para Baños, “si Cataluña consigue la independencia habrá que redactar una nueva Constitución. Y si se vuelven a repartir las cartas, será difícil que se mantengan ciertos privilegios que tienen los poderosos.”
Cataluña, en la encrucijada
Cataluña está hoy en la encrucijada. Vive un conflicto social y político en el que se mezclan complejas cuestiones legales y políticas con otras que pertenecen al ámbito de los sentimientos individuales. En un decorado tan complejo la única salida posible parece ser un referendo que, como mínimo, aclare la situación.
Más allá de la democrática voluntad de expresarse que tienen muchos catalanes hoy, puede que entender la complejidad del asunto sea tan sencillo y difícil como ha descrito el escritor catalán Jordi Gracia en su respuesta a la pregunta: ¿Cuál es el problema del independentismo? Que un simple y diáfano conflicto por las cuotas de poder entre las élites sociales, políticas y económicas (catalanas y españolas) se ha convertido en un debate sobre la independencia.