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Mitos vivos sobre la muerte de John F. Kennedy

Mitos vivos sobre la muerte de John F. Kennedy

Excélsior, 22 de noviembre de 2013

A 50 años de haber sido asesinado en Dallas, John F. Kennedy sigue en el centro de una polémica que esencialmente está centrada en él y sus obras.

Y parte del problema es que al margen de quién haya sido verdaderamente ese hombre al que muchos dieron en llamar “El Presidente Mártir”, tampoco hay mucho acuerdo en cuanto a lo que fue su obra.

De lo que no hay duda es que Kennedy es tal vez el primer gran personaje político de la era de la televisión.

Fue su imagen, en camisa limpia y afeitado la que lo hizo ver ganador frente a un Richard Nixon sudoroso y con la “sombra de las cinco” en el debate presidencial de 1958; su asesinato llevó a que 93 por ciento de las casas con aparato televisor se sintonizara con alguna parte de lo que fue una cobertura masiva.

Y 50 años después, su vida, su mito, las condiciones de su muerte y las consejas a su alrededor son parte de la historia viva de EU y en buena forma, del mundo.

Para muchos, la imagen de John Fitzgerald Kennedy es la de un gran Presidente malogrado por las balas de un asesino. Para los historiadores y los políticos de la época es una idea mas cuestionable.

El verdadero Kennedy era mucho más conservador y menos efectivo que lo que dice su leyenda, dice el historiador Robert Dalleck.  De hecho, algunos de los más importantes logros que se le atribuyen corresponden más bien a su vicepresidente y sucesor, Lyndon B.
Johnson, un formidable manipulador político y legislativo.

El trabajo doméstico de Kennedy quedó “muy lejos de cualquier cosa que pudiera marcarlo como grande o casi grande”, afirma Dalleck, autor de una seminal biografía de Kennedy publicada en 2003 (JFK: an Unfinished Life-JFK: una vida inconclusa).

Kennedy no logró la aprobación legislativa para medidas sobre derechos civiles en lo doméstico y a cambio se metió en problemas al no detener y tampoco apoyar a fondo el desembarco anticastrista en Bahía de Cochinos en Cuba, o enviar asesores militares a defender el gobierno de Vietnam del Sur.

Lo que es innegable es que a 50 años de su muerte en Dallas, el interés popular aún debate las circunstancias alrededor de su asesinato, la intriga que se supone lo rodeó, él debate sobre si hubo uno o dos tiradores, la identidad de el o los responsables últimos y sobre todo, lo que hubiera sido el mundo a partir de la imagen que se creó de Kennedy.

A medio siglo de distancia, el nombre Kennedy aún evoca ecos de juventud frustrada y de un mundo que hubiera podido ser.

Yo diría que la fascinación de Kennedy sobre nosotros surge de la forma en que usó la Presidencia, su compromiso a ejercer el poder para resolver necesidades sociales, su creencia de que el gobierno podría aprovechar el conocimiento de expertos para resolver problemas. En breve, por su liberalismo”, escribió el historiador y periodista David Greenberg en la revista New Republic.

 

EL DÍA DEL ASESINATO

Estados Unidos se vio ensombrecido con el asesinato de su trigésimo quinto presidente, John Fitzgerald Kennedy, una figura tan fascinante que desde entonces se convirtió en mito.

El 22 de noviembre de 1963, a las 12:30 (hora local), las detonaciones de un arma de fuego hicieron vibrar Dallas, Texas; el andar del auto presidencial frenó su paso, el presidente Kennedy, de 46 años, había sido alcanzado por las balas disparadas por Lee Harvey Oswald, de 24 años.

Nacido en una familia rica e influyente de Boston, Massachusetts, Kennedy, el Presidente más joven y el primer católico en llegar a la Casa Blanca, no pudo completar su primer mandato, iniciado en 1961.

Tres investigaciones oficiales concluyeron que Lee Harvey Oswald, un empleado del almacén Texas

School

Book Depository, en la Plaza Dealey, fue quien acabó con la vida del Presidente.

 

El paso de Kennedy por la Casa Blanca estuvo particularmente marcado por la Guerra Fría y la Crisis de los Misiles, la derrota de Bahía de Cochinos y el programa Apolo para enviar a un estadunidense a la Luna.

El anuncio y las imágenes de la muerte del Presidente en una limusina descapotable, con su esposa, Jackie, a su lado, son ahora parte de la memoria colectiva mundial. Desde esa tarde de viernes que marcó la historia de EU, ningún presidente de esa nación volvió a circular a bordo de un descapotable; por el contrario, desde entonces cada uno de los automóviles del Ejecutivo se ha caracterizado por los blindajes y seguridad que los resguarda.

Es también recordado como el mandatario que marcó tendencia por la cercanía que mostraba con la gente.

El homicidio de Kennedy fue el primer acontecimiento transmitido al mundo en forma simultánea, envolviendo durante cuatro días a todo el planeta.

Oswald no fue arrestado por el asesinato de JFK. Lee Harvey en realidad fue arrestado por matar a un policía, el patrullero de Dallas J.D. Tippitt, 45 minutos después de asesinar a Kennedy. Él negó ambos homicidios y mientras era llevado a la cárcel del condado dos días después, fue asesinado a tiros por Jack Ruby, dueño de un club nocturno vinculado con la mafia.

A pesar de los asesinatos de tres presidentes estadunidenses (Abraham Lincoln, James Garfield y William McKinley,) matar o intentar agredirlos no fue una ofensa federal en ese país sino hasta 1965, dos años después de la muerte de Kennedy.

Horas después del asesinato, el vicepresidente Lyndon B. Johnson fue juramentado a bordo del avión presidencial, con Jacqueline Kennedy a su lado, un evento capturado en una icónica fotografía. La juez federal Sarah Hughes realizó la juramentación. Ocho meses antes de que asesinara a JFK, el mismo Oswald intentó matar al declarado anticomunista y ex general del ejército Edwin Walker.