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México, un país clave en el estudio de las aves ante el cambio climático

México, un país clave en el estudio de las aves ante el cambio climático

Erick Galicia Lozano. Notimex, 4 de marzo de 2018

México.- En el marco del Año del Ave, México es un punto clave para ayudar a comprender la importancia de las reservas naturales para cerca de 450 especies migratorias de las más de mil 107 que habitan en el país.

Así lo expuso en entrevista con Notimex el especialista de la Coordinación del programa Iniciativa de Conservación de Aves de Norteamérica (NABICI, por sus siglas en inglés) y temas de vida silvestre, Vicente Rodríguez Contreras.

Explicó que la celebración de este Año del Ave se da como una oportunidad para sumarse al reto de la colaboración en materia de conservación de las aves en el mundo, a 100 años de que se firmó uno de los primeros tratados de conservación internacionales entre Estados Unidos y Canadá.

A dicho acuerdo, se sumó México cerca de 20 años después bajo el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, luego de que se cobró consciencia de que es indispensable la participación entre vecinos para proteger a las aves.

Y es que, dijo, a diferencia de los humanos, las aves no conocen de fronteras políticas, solo saben que tienen que ir a diferentes sitios durante distintas épocas del año para pasar el invierno o reproducirse.

Es entonces que se hace indispensable la colaboración internacional, ya que hay diversas especies que lo mismo se encuentran en Canadá que en Estados Unidos o en México y enfrentan problemas como el cambio de biodiversidad y las variaciones por el cambio climático.

Por ello destacó el papel clave que juega México, al ser un punto intermedio en el que se puede monitorear el comportamiento y desplazamiento de las aves, tanto migratorias como nativas y endémicas.

Cambio climático y de uso de suelo, los principales problemas

En ese sentido, el biólogo explicó que en México existen por lo menos 109 especies de aves que son endémicas y solo viven en territorio nacional, distribuidas en puntos específicos y que por lo mismo se encuentran en alguna categoría de riesgo ante los cambios que han tenido que enfrentar.

Es por ello que en la presente administración se ha hecho una importante labor para hacer más grandes las Áreas Naturales Protegidas (ANP), aunque se ha pasado por alto algunos ecosistemas como los pastizales en perjuicio de algunas especies.

Rodríguez Contreras explicó que tal es el caso del Gorrión Serrano, que normalmente habita en los pastizales de montaña y anidan en los macollos, que son los bombachos de pasto que sobresalen de los pastizales.

Sin embargo, la falta de una consciencia más profunda ha hecho que la gente considere a los pastizales como zonas sin tanta biodiversidad, por lo que terminan explotando estos terrenos para el pastoreo de ganado, siembra o incluso construcción.

El resultado, grandes extensiones de pastizales que «desafortunadamente no están contempladas en ANPs por ser consideradas terrenos vacíos» han sufrido el estrés del crecimiento de la población, destruyendo el hábitat natural del gorrión serrano.

Y es que en realidad, contrario a lo que se puede pensar, los pastizales son incluso tan efectivos o más que los mismos bosques para la recarga de mantos freáticos además de contar con una biodiversidad muy rica pero oculta.

Si a ello se le agrega la presión que ejerce el cambio climático, hoy podemos ver que una gran extensión de terrenos que podrían ser reservas han cambiado, dejando sin hogar a muchas aves que al no encontrar dónde más vivir, corren el riesgo de desaparecer.

Conciencia ciudadana, el primer paso para la conservación.

Ante esta serie de problemas, el especialista destacó que se han hecho esfuerzos que han derivado en acciones como los programas de ciencia ciudadana implementados por Conabio, lo que ha traído como resultado una participación como no se había imaginado.

Estas acciones cobran importancia sobre todo si consideramos que hoy las nuevas generaciones están desconectadas de la naturaleza por vivir en una ciudad, al grado de que «hoy los niños no saben de dónde vienen los recursos, y piensan que el agua viene de la tubería o la leche de botes en el refrigerador».

Gracias a los programas de ciencia ciudadana, dijo, hoy cientos de personas comienzan a involucrarse para observar la naturaleza, como el programa de «A ver Aves» el cual introduce a los interesados a la labor de observación para ver «cuantas aves soy capaz de encontrar».

Al final del día, quienes participan en estos programas terminan por redescubrir que a veces en la misma cuadra donde vivimos existen más de 10 especies de aves, todas diferentes y únicas y a su vez conviviendo en un mismo entorno, desde que amanece hasta el anochecer.

Gracias a esto, en el marco del «Año del Ave» se tienen proyectadas una serie de actividades como «el Dia de la Observación de Aves», con las cuales se busca hacer una observación más profunda de la situación que guardan las aves ante los avances de la civilización y el cambio del clima. Un termómetro natural que nos puede ofrecer un diagnóstico actual de la tierra.

En ese sentido, el investigador de la Conabio subrayó que las aves resultan ser un termómetro natural que nos puede ayudar a darnos una idea de la situación que guarda nuestro planeta, y sin ir más lejos, de nuestro propio entorno natural.

Y es que hay ciertas especies de aves que son muy sensibles y habitan en particular donde hay un cierto tipo de vegetación, por lo que su presencia nos permite descubrir si un lugar se encuentra sano o si hay alguna afectación que pueda considerarse de preocupación.

Muestra de ello es la desparición de ciertas aves que solían llegar a determinadas áreas del territorio nacional, como las golondrinas, cuya presencia ha desaparecido en algunos poblados en donde era común verlas en el periodo de primavera y verano.

Asimismo, hay especies como el Zanate, que originalmente tenían una presencia abundante en zonas cálidas como Cuernavaca y que ahora ya pueden apreciarse en Ciudad de México, lo que revela que la temperatura de esta urbe se ha elevado, a pesar de la altura a la que se encuentra.

Así, la ciencia ciudadana cumple con la doble labor de reconectar a la población con la naturaleza y de paso involucrarla en la conservación y cuidado de su entorno, lo que a la larga se puede traducir en un beneficio tanto para los ecosistemas como para la gente misma que garantiza su futuro de una manera sustentable.